martes, 28 de diciembre de 2010

Navidad en 3D.

Como les conté en mi publicación pasada, pasé navidad en Basilicata. Hay bastantes cosas que contar...
Nos fuimos a las 9:15 a.m. para aventurarnos en un viaje de dos horas en carro. Pasé la mayor parte del viaje durmiendo, ignorando así mi idea de leer el libro mientras viajaba. Cuando llegamos a Vietri, me di cuenta que era realmente pequeño y estrecho. Las casas estaban todas unidas entre sí, y los vecinos de la casa de en frente no estaban más que alejados por diez pasos. Apenas llegamos fuimos al lugar de trabajo de Tonnio, el padre de familia, dueño de la casa; estaba también Patrizia, su esposa. También nos encontramos con Anna, Vito y Michael, la segunda familia con la cual conviviríamos por tres días. Dado que los adultos tenían que ir a hacer las compras, Michael y yo fuimos a la casa donde nos hospedaríamos, donde también estában Laurinas y Vladimir. También estába un niño de posiblemente ocho años, pero él no tiene nada que ver en esta historia. Cuando llegamos, reconocí a Laurinas, y claro, me presenté con Vladimir, el bieloruso. No tardé mucho para darme cuenta que estos niños tienen de todo; sólo para darles algunos ejemplos, tenían: play station 2, psp, nintendo ds, iPad y xBox 360. Si ustedes, mis lectores, pudieran ver mi rostro, notarían cierto color verde en él. Decidimos jugar con el play station 2, dejándome así recordando mis tiempos cuando yo tenía el mío. Gracias, Chicho, por robármelo.

Después de bastante tiempo, llegaron nuestros padres con nuestras valijas. Nos mostraron la casa, las habitaciones y el baño. Es imposible perderse en esa casa. Como olvidé tomarle fotos, deberé explicarles cómo era: imaginen que abren la puerta de una casa, inmediatamente deben subir una considerable cantidad de gradas donde se puede ver la cocina. Cuando se terminan de subir, a su izquierda está la cocina, aunque debe seguir recto en la dirección original para ir a las segundas gradas, las cuales forman un cuadrado. Mientras sube, encuentra el baño, y al lado está una habitación con cama matrimonial, siendo de los padres. Encamínese de nuevo a las gradas, y suba muchas más, para así por fin llegar al último piso: la habitación de i ragazzi, o sea, la mía. Habían cuatro camas, las cuatro bastante cómodas y suavecitas. Todos nos acomodamos y les metimos nuestras sábanas, y nuestras tres cobijas, que al final no sirvieron de nada para combatir el frío montañoso del pueblito de Vietri.

Cuando terminamos,  bajamos a pranzare, o sea, almorzar. Ese almuerzo ha sido el más pobre que he tenido en mi vida italiana, ¿por qué?, porque era la noche de la vigilia, entonces se debe almorzar poco para luego cenar mucho, y Dios, ¡cómo cenamos mucho!
El almuerzo fue un sandwich de jamón. Substancioso en proteínas y calcio... o quizás no.

El clima no estuvo a nuestro favor en esta navidad, he ahí porqué llovió en los tres días que estuvimos en Vietri. La lluvia, claro, afectó en cada aspecto posible de nuestra experiencia, inciando con que no podíamos visitar Salerno. Dicho ésto, continúo contándoles que después del almuerzo, fui a la habitación con los demás jóvenes y jugamos con cuatro de las increíbles cónsolas de videojuegos que tienen. Se podría decir que la tecnología me salvó del aburrimiento, y no estoy bromeando; maldito el momento en el que decidí no llevar mi computadora a Basilicata. Pasé los tres días con el iPad, ya que no habían otras cosas por hacer. El lado bueno es que desbloquée siete niveles de un juego de aventura sangrienta y cuatro nuevas pistas en uno de autos de carreras.

Adelantándome a esa noche, fuimos a un restaurante de mariscos. El restaurante, bastante lujoso y caro, con muy buen servicio, era de dar placer, aunque los mariscos no son mi tipo de comida. Nos sentamos en una mesa para diez personas y los meseros traían automáticamente los platos de comida. Iniciamos con la langosta.
No quiero hablar mucho de los mariscos, pero debo mencionar los hechos importantes. Comí pulpo y pez espada, ¿rico?, no, sin embargo, había ya dicho no a tantos platos que me rehusé a decir no a otro. Podía verse mi disgusto mientras comía, entonces Anna me dijo que comiera el pulpo con la ensalada y así no sabía a nada. Mentirosa (bromeo).
Después de muchos, muchos, muchos platos "mariscosos", llegó el momento del postre. Cuando el mesero mencionó los posiblmes postres, mi cara recuperó su color cuando escuchó las palabras "nutella" y "coco." Fue entonces que Marco disfrutó.

Regresamos a media noche y todos fueron a la iglesia del pueblo, ya que en noche de vigilia se debe ir a esa hora. Los únicos que regresamos a la casa fuimos yo y mi papá; yo, por diferencias religiosas, y él, por pereza. Estaba tan cansado de ese largo día, que me puse mi pijama, me lavé los dientes y me fui a dormir.
Desperté a las dos de la mañana cuando todo el resto de gente llegó a la casa e indirectamente me despertaron. No les dí mucha importancia y seguí durmiendo. Desperté por segunda vez a las 10:30 a.m, cuando era hora de despertarse. Bajamos al primer piso y desayunamos pan con nutella. ¡Cómo amo los desayunos italianos! Así dulces.

Como solo había un baño, todos nos debimos turnar. Yo, sabiendo que duro bastante en la ducha (ya que me gusta tener mi espacio), me ofrecí a ser el último. Alisté mi ropa y esperé.
Después de bañarme, bajé y estaban abriendo los regalos. Papá, Vito y Tonnio no estaban porque fueron al bar  (bar aquí significa restaurante). El primero en abrir los regalos fue Vladimir, seguido de Laurinas, ambos recibieron los mismos regalos pero de otros colores. Luego los abrí yo, ya que Michael solo recibió dinero. Tenía tres regalos, una bolsa mediana, otra bolsa mediana pero más grande que la otra, y una bolsa enorme. Abrí la bolsa mediana, era un regalo de Anna y Patrizia. Era una colonia y un gel de baño de El Charro.Gracias. Click aquí para verlo. Abrí la bolsa mediana lijeramente más grande que la anterior, era un regalo de Zia Rita y Zio Lorenzo. Era una colonia y un desodorante de Parah. Gracias. Click aquí para verlo. Luego, abrí el regalo más grande, siendo obviamente de mis padres italianos. Mis ojos brillaron cuando vi un bolso negro con una estrella gris en el centro. Sí, era Converse. Muchísimas gracias mi bella familia italiana, los amo. Click aquí para verlo.

Cuando terminamos de abrir los regalos, llegaron los papás. Se perdieron la escena de sus hijos abriendo regalos navideños, matando así la posibilidad de una semejanza con alguna película de tv.
Todos continuamos nuestra vida y esperamos que estuviera listo el almuerzo. El almuerzo del 25 siempre está lleno de comida, recompensando el almuerzo del 24. No recuerdo bien qué comimos, pero eran bastantes platos. Mi memoria me falla un poco, pero si no me equivoco estos eran algunos: carne, sopa de pasta, fruta seca, fruta fresca, papas fritas, pan, pan dulce y un postre que era como un helado, pero era duro.
El estado de nosotros cuando terminamos de comer era de satisfacción.

Pasó el tiempo y llegó la noche. En cierto momento acordamos ir al cine, para pasar el tiempo, obviamente nuestra respuesta fue un "sí." Los jóvenes optamos por ver Narnia 3, mientras que los mayores vieron otro. Nos vestimos y fuimos. Llegamos al cine que de Potenza, con tres minutos de retraso, tres minutos en los cuales la película ya había iniciado. Compramos los billetes y entramos en la sala 6. En Italia los puestos del cine son ya asignados, por lo cual no se puede escoger donde sentarse. Por fortuna quedamos todos juntos en la primera fila. Llegamos quizás con cinco minutos de retraso, aunque sé que no nos perdimos de nada importante, porque todavía no habían ido a Narnia.
Los asientos eran realmente cómodos. Eran grandes y alcolchonados. No pude evitar recordar los horribles asientos del cine de San Carlos, donde si hay alguien muy alto de frente a tí no puedes ver la película en paz; donde las salas son pequeñas y el espacio entre cada asiento es mínimo. Amo los cines italianos.
Nos pusimos nuestras gafas de tercera dimensión y disfrutamos de los efectos especiales. Estando en primera fila hace que todo lo que sucedía en la película realmente te cayera encima.
Nuestra película terminó a las 11:45 p.m, y debíamos esperar por nuestros padres. Su película terminó media hora después. Llegamos a la casa a las 12:45 p.m, y de nuevo, llegué para dormir.

Cuando me desperté el tercer día, no paraba de decirme en mi cabeza: "hoy nos vamos, hoy nos vamos." Triste pensar que la lluvia nos arruinó la navidad, aunque otra razón por la cual estuve en un humor de prisión, fue que la navidad me hizo sentir nostalgia de Costa Rica, por primera vez en casi cuatro meses.
Recordaba cuando hacía tamales con Yayita, el ambiente familiar que sentía cuando se festejaba en mi casa, y las personas que siempre tuve cerca para poder decirles personalmente: "feliz navidad." La nostalgia, no me afectaba en un modo que me provocaba llorar, aunque me mantenía deprimido. En cierto momento fui al baño, solo para estar un momento solo, y escuché que llegaron mis papás italianos (ya que ellos se quedaron en un motel las dos noches, pues no había más espacio en la casa). Salí del baño y abracé a mi mamá italiana. Toda la depresión y nostalgia que sentí salieron inmediatamente en lágrimas que no hacían más que ser una carga. Estuve llorando en un abrazo largo, mientras que mi mamá me sostenía tratando de consolarme. Era Anna presente dándome ánimo, y papá sólo tenía la mano en mi hombro, dándome a entender que ahí estaba él. Cuando me recuperé me llevaron al bar para tomarme una de mis tan adictivas tazas de chocolate caliente.

Después de todo esto, el tiempo se hizo cada vez más rápido. Llegó el momento de preparar todo para irnos. Cuando estábamos listos, sólo nos quedaba revisar si no dejábamos nada nuestro en la casa. Cuando confirmamos que lo teníamos todo en nuestras valijas, salimos de la casa, metimos todo en nuestros carros, y nos fuimos. Adiós Vietri.
De nuevo me dormí en el carro, el cansancio era tanto que no podía mantener los ojos abiertos, especialmente porque si los abría no veía nada afuera del auto, había neblina y era oscuro.
Empecé a reconocer mi ciudad, Bitritto, y de repente todos tuvimos un cambio de humor increíble. Estábamos en casa. No me quedaba nada más que decir que "hogar, dulce hogar".

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