viernes, 31 de diciembre de 2010

Uvas y lentejas.

No han pasado ni siquiera dos horas desde que hice mi primera cuenta regresiva en italiano. Festejamos en la casa de mi tío anfitrión, Nicola, junto a su esposa, María, y sus hijos: Roberta y Nicolò. También estaban Antonella, Alessandro y sus hijos: Mattia y Marika. De la tercera edad eran presentes los padres de María, y mi nonno, Ignazio. Entre otros invitados estaban Nostalgia y Aburrimiento.



Desde el momento en el que me desperté la tarde de ayer, 31 de diciembre, no sentía ni un indicio de esa extraña sensación que se siente el fin de año. Normalmente el saber que estoy a pocas horas para iniciar un nuevo año, me emociona así tanto, que asomilio a un niño que ha comido treinta chocolates. Este año no fue así.
Eszter, Solange y yo, teníamos planeado pasar la noche vieja en la plaza de Bari, Piazza Ferrarese, pero como toda esta idea fue surgida improvisadamente, no pudimos planearlo bien, por lo que al final los tres pasamos esa noche con nuestras respectivas familias.

Nos fuimos a las 8:15 p.m., recogiéndo al nonno para ir nosotros cuatro a la casa de mi tío. Cuando llegamos, ya la "fiesta" había comenzado (entiéndase fiesta por estar sentados en una mesa esperando por comer), así que sólo nos unimos. No estoy bromeando cuando les digo que lo único que fuimos a hacer a esa casa fue a comer. Supe, en el momento en el que me senté, que esa sería una larga noche.

El tiempo pasaba, el aburrimiento se engrandecía, y en ciertos momentos la nostalgia aparecía. No soportaba que me preguntaran cómo se festeja el año nuevo en Costa Rica. Cuando debía responder no podía hablar sin que mi voz temblara, y tomados de la mano, mis ojos vidriosos. No aguantaba... -"Debo ir al baño".  Fue quizás un refugio. Subí las gradas, casi tropezando con una. Entré al baño sin fijarme que el botón de la luz estaba afuera, por lo cual me encerré en un baño oscuro. Sólo llorando estos momentos de tristeza pueden hacerse más lijeros. En cierto momento saqué mi celular y con su luz traté de encontrar el interruptor, pero no lo logré. Decidí estar así, no me importaba. Cuando se me pasó un poco la nostalgia, me puse de frente al espejo. Logré ver una pequeña luna anaranjada en la pared. Claro, era el segundo interruptor. Pude verme. Noté mis ojos rojos, mi rostro inmóvil... -"No debes llorar... mira que lindo eres. Alguien como tú no debería llorar, lo tienes todo." Me escuché... me obedecí. Abrí el grifo del agua y me mojé la cara. Con la tohalla que estaba a mi lado me sequé, y apagué la luz. Cuando la volviera a encender, no quería ver mis ojos rojos, quería ser yo otra vez.
Pasó un rato e hice lo planeado. Era bello,  no había porqué llorar.

Escuché a mi mamá italiana llamándome, se preocupó y me fue a buscar. Abrí la puerta y me vio bastante adolorido. Yo pretendí salir, pero ella me dijo que si necesitaba estar más tiempo solo, que me quedara ahí. Ella entendió perfectamente... Acentuando con la cabeza cerré la puerta.
Pasó un rato antes de que me sintiera preparado para salir. Llegó el momento y fui directamente al sótano (donde la fiesta se estaba desarrollando). Me senté en la mesa y la noche continuó.
Eran las 11:00 p.m., el pensamiento que estábamos a menos de una hora para iniciar un nuevo año era interesante, aunque no muy satisfactorio. En cierto momento tuve otra recaída, pero esta no fue tan fuerte como la anterior, por lo cual me quedé en la mesa afrontándolo (esto no significa que no lloré, sino, que lloré menos). Tener a la nonna (quien en realidad no es mi nonna, pero era la mamá de María) al lado, acariciándome el cabello y dándome ánimo, sólo me hacía sentir más emocional. Aprecio mucho el gesto, pero no quería llorar más, no quería pensar más, sólo quería aludir el tema para no tener los recuerdos de mis anteriores años nuevos.
No fue la nostalgia la que me hizo llorar, sino, fue el no estar con mis amigos. No quería estar encerrado en una casa cuando se puede salir con las personas que te hacen reír. Desafortunadamente esto no se pudo hacer.

Faltaban diez minutos. Estábamos viendo un programa en televisión. Era una transmisión en vivo desde Remini, ellos también hacían la cuenta regresiva. Cinco minutos, y la cuenta regresiva de los segundos me hacían pensar en los minutos, que conllevaban al 2011. Cincuenta y nueve segundos. Mamá despertó a papá que dormía. -"Quince, catorce, doce..." (nos atrazamos al contar). Llegó el gran momento de los diez segundos.... pasó el tiempo y -"Felice anno nuovo!" Cuando este momento llega, se deben comer tres uvas seguidas de lentejas. Extraño, y bastante supersticioso; es como eso que dicen los italianos que la noche vieja se debe vestir algo rojo, para traer fortuna en el año sucesivo. En fin, comí las tres uvas rápidamente sin pensar en las semillas. Posiblemente para el día de la beffana tendré una planta dentro de mí.

Cuando terminamos de comer, y desearnos un buen inicio de año, la mitad de la gente salió con los más pequeños para encender la pólvora. Entre ellos y todos los vecinos, hacían todo un juego de luces amateur. Yo salí a observar, pero al verlos tan cerca de mí no soporte y entré a la casa. Descubrí un nuevo miedo, ¿es así como se empieza el año nuevo? Quizás en Italia.
Estuve hablando con el nonno, y eventualmente con mi mamá.
 -¿Quieres irte ya?
 -Sí.

Nos despedimos de todos y nos fuimos. Diciembre no fue mí mes... por suerte ya no quedan más celebraciones así importantes. Doz mil diez, fuiste uno de los mejores años de mi vida, y me diste una oportunidad increíble. Estoy aquí, lo aprovecharé. Un año menos, mil más por afrontar. Feliz año nuevo a todos.

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